jueves, 18 de agosto de 2016

Capítulo 7

Buenas noticias


No supe muy bien como decirle a Molly que quería ir a la granja de Luna.

Sabía que se moría por que mostrara interés de nuevo por los caballos, pero no me lo puso muy fácil. Después de tanta insistencia ella quería que yo si lo pidiese con mis propias palabras. Poco a poco, después de mi sueño, fui mostrándome más entusiasta con el tema. Incluso vimos un documental sobre caballos salvajes en la tele. Me sorprendí a mi misma deseando verlos de verdad, corriendo por los inmensos desiertos, como en los tiempos de indios y vaqueros.

Una tarde Molly irrumpió con la ropa limpia en mi habitación mientras estaba mirando una de las fotografías que tenía guardadas del primer pony que tuve de pequeña. Ya era tarde para ocultar la foto, así que decidí contárselo, no podía esperar más. Las palabras salieron con dificultad, pero conseguí formularlas:

— Molly,... quiero ir a la granja de Luna.— no sabía a donde mirar, así que busqué algún punto fijo en la habitación. Molly sonrió ladina, como triunfante. Al fin lo había conseguido. Cuando habló se notó la emoción.
— ¿De verdad? ¡Eso es fantástico, Kai! — dijo mientras dejaba rápidamente la ropa y se sentaba a mi lado.— ¿Quieres ir este fin de semana? — asentí.— ¡Ay, será maravilloso, Kai, ya verás! Me han dicho que no va mucha gente allí, así que no será agobiante.— se levantó y empezó a pasearse por la habitación, haciendo pausas para mirarme de vez en cuanto.— Hablaré ahora mismo con Luna para que lo sepa. Hay paseos preciosos por esa zona, es un sitio muy tranquilo, con buenos caballos y muchos más animales: cerdos, vacas, gallinas...— Molly sonreía de oreja a oreja.

¡Qué mujer...! En ocasiones como esta me preguntaba quien estaría más feliz de las dos. No conocía a nadie que se alegrara tanto de las alegrías ajenas. Yo también sonreía.

Era el comienzo de algo nuevo.
Algo apasionante.

Por primera vez en mucho tiempo tenía ganas de vivir, de ser la actriz de esta obra, no una simple espectadora.

lunes, 15 de agosto de 2016

Capítulo 6

Sueños


Olía a pino.
A tierra húmeda.

La lluvia había dejado consigo la primavera. Todo era fresco. Un frío agradable acariciaba mis manos y mi nariz. El pelo ondeaba a cada paso. La valla se extendía por el prado. Y al rato... un relincho.

Sabría diferenciarlo. Estaba segura.

Eros.

Venía galopando desde el bosque dentro de la valla. El sonido de sus cascos estaba amortiguado con la hierba. Su pelaje estaba algo embarrado. Cuánto odiaba tener que cepillarlo en días así. Pero hoy no era uno de esos días.

Se paró a unos metros de la valla. La miré. Era de espinos. Agarré dos de las franjas y las estiré, para intentar hacerme el mínimo daño posible. Noté un pequeño ardor en las manos, un líquido caliente y rojo. Pero no me importaba. Estaba a tan solo un par de pasos de él.

Me miró con la cabeza alta. Las orejas hacia mi. Respiraba despacio. Era como aquellos domingos por la mañana cuando me tocaba recogerlo del prado. Sin embrago había algo diferente: yo.

Cualquiera de esos domingos estaría maldiciendo en voz baja por tener que ir a buscarlo tan lejos, o por tener que cepillarlo, o porque se fuera galopando cuando lo intentaba coger, cuando él solo quería jugar.

Llegué a donde estaba. Me miraron esos pequeños ojos marrones. Su hocico llegó a tocar mis manos. Cuando respiró sentí su calor. Me estremecí. No podía ser tan real. Mis manos buscaron sus mejillas. Tal y como lo recordaba. Tan suave como siempre. Cerré los ojos y apoyé mi frente en la suya. Nunca antes había sido consciente de todo lo que pasaba a mi alrededor. Me concentré como nunca en disfrutar de aquel momento, de guardarlo para siempre: sentí hasta como una hoja se separaba de un nogal; escuché el primer aleteo de un pajarito que aprende a volar; noté cada pelo bajo las yemas de mis dedos.

Cuando abrí los ojos aún seguía allí. Me abracé a su cuello. Incluso sentí como él también me rodeaba con su cuello. Después galopó, mirándome, como si quisiera que jugáramos. Corrí tras él, mientras observaba como sus crines acariciaban el viento, o como su pelaje negro brillaba a pesar del barro. No pude hacer otra cosa que sonreír. Sonreír como nunca lo había hecho.

Cuando no pude correr más se acercó. Tras una pausa se agachó y lo supe: "No quiero otro caballo. Ya te lo he dicho. Yo quiero a Eros, y Eros no volverá jamás, así que asúmelo. Nunca volveré a montar si no es con él." Me monté en su lomo. No recordaba lo agradable que era sentir sus pasos. Galopamos una vez más: juntos.

~

El aire frío fue convirtiéndose en el calor de las sábanas. Incluso antes de despertar tenía un sentimiento agridulce. Había sido un sueño. Eros nunca volvería. Pero, a pesar de saber esa realidad, aquel sueño me había dado algo que ansiaba: volver a verle, volver a acariciarlo, volver a montar...

"Nunca volveré a montar si no es con él..."

Me había dado la oportunidad de volver a montarlo.
Me había enseñado que él nunca se había ido, siempre había estado conmigo, esperando a que dejara de atormentarme por mi pasado. El siempre estaría en la brisa del mar, en las margaritas de primavera, en las fotografías que guardaba, en mi recuerdo...

Dicen que morimos dos veces: la primera cuando dejamos de respirar, la segunda cuando pronunciamos por última vez el nombre de alguien. Y, querido Eros, aún te quedaba hasta mi último aliento.

~

Nunca más volví a tener pesadillas con él.

viernes, 5 de agosto de 2016

Capítulo 5

Presentaciones

Después de aquella noche no volví a hablar con Treena, ni con Tom, ni con ninguno de mis "amigos". 

Tras las vacaciones de invierno al menos tenía el instituto para entretenerme. Nunca me había gustado especialmente, pero era mejor que estar encerrada entre cuatro paredes hasta deprimirte. Uno de esos domigos en los que debería estar haciendo deberes Molly me convenció para ir al mercado, un sitio no muy lejos de nuestra casa donde se podía encontrar todo aquello que necesitaras.

Pasamos por los puestos de vistosas frutas, olorosas especias y por último por una preciosa floristería. A Molly le encantaban las flores, así que solo acepté a entrar si me dejaba regalarle unas.

Nada más entrar en la tiendecilla el olor del polen hinundaba tus pulmones, los renovaba de nuevo oxígeno y te llenaba la vista con sus alegres colores. Por alguna razón me sentí feliz. Hacía mucho tiempo que no me sentía así.

Finalmente me decanté por unos narcisos. Cuando me dirigí al mostrador para pagar una mujer se giró, casi tirando mi maceta.

— ¡Ay! Lo siento, lo siento mucho. No pretendía...— dejó de hablar al mirarme a la cara. Me escrutó durante unos segundos, como si meditara algo, lo que me molestó un poco.— Tu eres... tu eres Kailyn Sunfield, ¿no?
— Si. ¿Te conozco? — pregunté tras asegurarme de que no la conocía.
— Uy, perdona. Me llamo Luna, Luna Oldwood.

Me sonaba. La observé: su tez blanquísima, algo roja, como si hubiese estado algunos minutos demasiado expuesta al sol, aquellos ojos azules y la rebelde melena pelirroja. Luna Oldwood, la domadora natural. 

— He escuchado que no sigues montando, y lo entiendo. Tuvo que ser muy duro. La muerte de un caballo siempre es como la muerte de una parte de ti, pero es inevitable.— en su rostro se dibujó una breve sonrisa amarga, como si supiese lo que se siente. Hubo una pausa.— Entiendo que no quieras volver a montar, pero me gustaría invitarte a que vengas a mi granja. Está a las afueras del pueblo, en las colinas del norte. Podrías venir, aunque sea solo a mirar. Puede que sea divertido.— noté como la mirada de Molly me traspasaba, como le encantaría que mostrara interés (y no voy a negarlo, tenía curiosidad). Antes de poder decir nada Luna buscó en el bolsillo de su abrigo una tarjeta y me la entregó.— No hace falta que respondas ahora. Tienes el tiempo que necesites.

Desapareció junto a su brillante sonrisa mientras su presencia seguía presente, al igual que aquella idea en mi mente.

"Luna Oldwood,
Granja Galopando libre, Colinas del Norte."