martes, 27 de septiembre de 2016

Capítulo 8

De camino


El trayecto hasta la granja no era muy largo, pero al ser el primer día Molly y yo fuimos en coche hasta allí. Hacía mucho tiempo que no iba al campo. A pesar de que Glade Hill (mi pueblo) era bastante verde no tenía nada que envidiarle a los bosques que lo circundaban casi al completo, de ahí su nombre ("Colina del claro", como los claros de un bosque).

Los bosques del norte se abrían paso ante nuestros ojos. El aire de la ventanilla abierta era fresco, ligeramente húmedo y con olor a pino. La primavera intensificaba los colores y todo parecía lleno de vida, incluso yo misma. Molly tenía puesta en la radio una canción que inspiraba tranquilidad. El coche traqueteaba levemente bajo las piedras cuando abandonamos la carretera. Pronto un prado se extendía suavemente sobre una pequeña colina. Me estremecí. Era el mismo prado que el de mi sueño, cercado por aquellos pinos altos y aquella valla, pero... No, no era de espinos. Los espinos en este caso eran largos tablones de madera.

Cuando volví la mirada a la carretera mi vista chocó con una casa blanca y azul, terrera, ancha, de tejados a dos aguas, porche y muchas ventanas y flores. A ambos lados de la casa un par de cerezos. Aparcamos junto a otro coche cerca de los prados. Molly caminó hasta la casa y una vez allí tocó a la puerta. Segundos después la melena pelirroja se asomaba por la puerta.

— ¡Hola! Ya están aquí.— la sonrisa de Luna brilló.— Bienvenidas a mi humilde granja. Vengan, os lo enseñaré.

Seguimos el camino hacia la derecha. Me fijé en la ropa de montar de Luna... Ya no tenía nada de eso, y empezaba a arrepentirme de haberle pedido a Molly que se deshiciera de todas mis cosas. Pero no era tiempo de preocuparme por eso. Llegamos a los establos. No eran muy grandes, debía haber unas 12 cuadras aproximadamente, y no tenían los lujos de mi anterior establo pero, bueno, tenía cierto encanto.

Dentro todo estaba un poco desordenado: cepillos por el suelo, pequeños restos de heno por todos lados, una caca sin recoger que tuve el honor de pisar,... Mierda. Escuché una disimulada risa detrás de las pacas de paja. Solo se asomaron los ojos curiosos de aquella risa, que enseguida se escondieron para que no los viera. Luna miró hacia el escondite de la risa y sentenció: "Dina, ¡no vuelvas a dejar el estiércol en el pasillo!" Después de aquello una niña salió corriendo entre risas hacia la otra salida de los establos.

— Bueno, esa es Dina. Es muy traviesa con la gente nueva, y algo tímida. Ya se acostumbrará a ti.

Oh, si. Genial, una niña que me hace trastadas... Tan solo esperaba que los caballos fueran un poco mejor. Y así fue: no eran caballos de competición, pero eran caballos, y eso era lo que quería. En realidad agradecía que este sitio no fuera como mi anterior establo, así era más fácil no acordarme de las cosas del pasado. Lo que yo no sabía era que esta granja me tendría guardados más retos de lo que pensaba.

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